Sufismo - Tariqa Qadiría Butchichía


Amor y Conocimiento

El alzamiento de los velos nos hace descubrir a Dios bajo la perspectiva de dos aspectos esenciales, aquellos que el sufismo denomina "Jamal" -Belleza - y "Jalal"  -Majestad -. Los Nombres o cualidades divinas invocados en el dhikr son ellos mismos contemplados como atributos de Belleza o de Su Majestad; el Misericordioso -ar Rahman -proviene de Su Belleza y el Todopoderoso -Qadir o Aziz -de Su Majestad. Hay, sin embargo, Nombres de Dios que se vinculan directamente a la Esencia -ad Dhat -. Cuando, en la meditación de los Nombres comoAllahHuwa -Él-la presencia divina se revela en sus aspectos de Majestad, ella hace nacer el sentimiento de un temor reverencial que surge del vértigo que provoca nuestra nada enfrente de la infinitud divina. Bajo éste aspecto, Dios se revela en su trascendencia absoluta. Cuando, por el contrario, se revela por Su Belleza, produce en el discípulo una expansión, un gozo y un amor intensos.

La cualidad divina de la Belleza es percibida como la esencia perfecta de toda Belleza, de toda Armonía. Tanto en la poesía como en los cantos sufis, aquella está representada por un personaje femenino (Leyla, Maya, etc..). El vino y el Amor espiritual son los símbolos que los sufis utilizan normalmente para describir sus estados interiores. La expresión del Amor y la Belleza que uno descubre en si mismo en la contemplación interior, es un conocimiento esencial de las cualidades del Ser Divino que necesariamente recaerá sobre nuestra meditación. Ibn Arabi se expresa al respecto" Dicho por Sahih de Muslim que el Enviado de Dios ha dicho : Dios es Bello y ama la Belleza. Si el mundo y la existencia han sido creadas por él, el Universo entero, pues, es supremamente bello. No hay en él fealdad alguna, bien al contrario Dios ha reunido toda perfección y toda belleza. Los gnósticos sólo contemplan  la forma de la realidad divina, aunque Dios se epifaniza en todo rostro, Aquel al que todo signo remite, Aquél que todo ojo busca, Aquél que se adora en toda adoración, el Universo entero le dirige su plegaria, se prosterna delante de Él y celebra Su Alabanza. Es sobre Él solo que todas las lenguas hablan y todos los corazones desean. Si no fuera así ningún enviado ni profeta habría amado mujer o niño.".No se plantea aquí una visión idealista de la realidad sino el desarrollo espiritual consecuente a la transformación producida por la experiencia interior. Esta visión de la Belleza Universal es sólo válida en el plano de esa realidad esencial percibida por el "aceite interior" del Conocimiento. Es cierto que, por otra parte, la dualidad entre el bien y el mal está siempre presente en el plano de nuestra conciencia y de nuestra percepción ordinaria del mundo. Es de esta manera que el sufi puede compaginar una visión contemplativa, esencial, y una acción en el mundo. Cuando en la meditación tenemos nuestro corazón orientado únicamente hacia Dios, Dios se nos manifiesta bajo los aspectos concretos de los que tenemos necesidad en nuestro camino interior. La aparente oposición entre los atributos de Belleza y los de Majestad o Rigor, crea en el corazón del discípulo una perplejidad liberadora por la cual el espíritu se eleva mas allá de esa dualidad aparente hacia su unidad esencial, que no es otra que la del Ser Divino.

En la relación entre el Amor y el Conocimiento en aquel que medita, el Amor es la experiencia de un arrebato por el hecho mismo de la contemplación interior. En este estado se produce un total olvido de sí mismo y, por ende, una absorción completa en el objeto, o sujeto mejor dicho, de la contemplación. Este estado es de una calidad e intensidad que sobrepasan en mucho la sensación de amor que uno puede experimentar de manera ordinaria. Esta sensación de Amor divino que dilata el corazón en la meditación se torna epifanía en relación con el mundo y los hombres. Es por esto, especialmente, que los sufis han preferido utilizar el simbolismo de la poesía cortes, el culto a la Dama, para explicar este estado del Ser. Los lloros sobre lo que antaño fueron los rastros de los aposentos de Leyla (la meditación de los signos del mundo), los regalos de su amante Manjun, las alucinaciones donde él cree ver el espectro de su amada (las visiones y desarrollos interiores), todo éste simbolismo está puesto a disposición del sufi para evocar de manera simbólica una experiencia que el lenguaje ordinario sería incapaz de expresar.

En la meditación el conocimiento del si mismo se presenta bajo el aspecto inverso y complementario a aquél del Amor Divino; es una búsqueda hacia el  "si" a partir del arrebato interno que trasciende los límites habituales de nuestro ego : observando nuestro interior uno toma conciencia de los defectos de nuestro ego que se mantienen ocultos a la percepción ordinaria. Es también en virtud de este conocimiento del sí por Dios que el alma del discípulo adquiere las cualidades que le permiten avanzar por el camino que lleva a la realidad divina. Por el aceite de la mirada divina, la percepción del corazón permite una unificación y una integración progresivas de nuestro ser, no solamente despertado del sueño del mundo sino también transformado. Así pues, la humildad es el resultado de esta percepción interna y no una simple toma de posición mental o ética. El desprendimiento interior solo es posible cuando el corazón que contempla encuentra en los atributos de la belleza divina un júbilo infinitamente superior al mundo y todo lo que contiene. El goce por el mundo pasa entonces a través de esta percepción interior que deviene perceptible hacia el exterior y no el mundo tal y como se percibe de manera ordinaria.

En esta vía de conocimiento, los sufis han desarrollado toda una aproximación psicoespiritual extremadamente precisa de los diferentes estados o grados del alma en el viaje exterior hacia la realidad divina. Es así como se ha podido describir con gran precisión todos los matices de los estados o sensaciones interiores que pueden sobrevenir a lo largo del camino, en el cual, amor y conocimiento, se conjugan y unifican tal y como dice el hadith " Aquél que se conoce a si mismo, conoce a Su Señor "