Sufismo - Tariqa Qadiría Butchichía


El Trabajo espiritual

En el sufismo siempre se recomienda a los discípulos"estar en el mundo sin ser delmundo ".A diferencia de los monjes cristianos, el discípulo sufí es un hombre o una mujer que vive plenamente en este mundo: trabaja, se casa, tiene hijos, amigos, cuida a sus familiares etc. Y lleva una vida que, a simple vista, podría calificarse de banal, al menos en el plano exterior. En esta época donde la "originalidad" es un valor positivo, donde cada uno busca marcar la diferencia con los demás ya sea por el lenguaje, el vestido, la alimentación o las actividades realizadas, una indicación de éste tipo resulta particularmente útil para luchar contra nuestro ego. Si seguimos una vía ascética llena de ejercicios complicados y difíciles pruebas, la mirada de los demás sobre nosotros llevará implícito el grave riesgo de alimentar nuestro orgullo. Buscar y aceptar hoy en día una vía banal es lo más pesado para el ego. El discípulo de la Vía Qadiriyya Boutchichiyya es pues una persona ordinaria con alguna cosa de más. Viviendo en el mundo pero esforzándose por no dejarse llevar por él, el discípulo se mantiene en cada instante, en su interior, firmemente enraizado en la Presencia Divina. Cuando hablamos de pobreza espiritual, lo que cuenta no es lo que uno posee sino la huella que dejan las cosas sobre nosotros. Cuando hablamos de actividad es más importante la intención de los actos y el espíritu con que han sido realizados que ellos por sí mismos. Y cuando hablamos de contemplación se sale de éste mundo material para acceder a otra dimensión, la del mundo del misterio y el espíritu.

Es desde esta óptica desde la cual el discípulo podrá realizar un verdadero trabajo espiritual. Como ya hemos visto anteriormente aquello que va a hacer cambiar nuestra relación con el mundo no van a ser los intentos de modificarlo sino, más bien, la percepción del mismo. Para realizar este trabajo necesitamos exponer nuestro corazón a los efluvios espirituales que vienen a nutrirlo y purificarlo. La concentración progresiva del conjunto de nuestro ser sobre la percepción del corazón nos ofrecerá las oberturas y los estados que nos llevaran a seguir el camino.

Ya hemos hablado de la disciplina que implica el respeto de lasharia; con ella le recordamos al ego que no es nuestro único maestro sino que, contrariamente a lo que piensa, es Dios el que tiene las riendas de nuestra existencia. El ritual de las cinco plegarias diarias nos permite adquirir una conciencia cada vez más profunda del tiempo cósmico en el cual vivimos y, paralelamente, nos ofrece la posibilidad de suspender el curso del tiempo para detenernos y reencontrarnos. El ayuno de Ramadán nos recuerda la total dependencia corporal respecto a nuestro Creador. La limosna nos enseña a desapegarnos de los bienes materiales y a valorar la gracia que supone poder disponer de algo para ofrecer. Y el peregrinaje es como una muerte iniciatica, un símbolo de este camino de vuelta hacia Aquél con el que estamos ligados desde siempre.

Hemos visto también que el dhikr, ya sea individual o colectivo, es el alimento del corazón, es decir, la que nos va a permitir de hacerlo crecer y desarrollarse. Verdadera contemplación, es el lazo de unión con nuestro Guía y el canal que él utiliza para transmitirnos su educación. Él es la fuente del conocimiento y de los estados espirituales. La fraternidad, entendida como la práctica de compartir, es parte fundamental de esta educación y es por esto precisamente que las reuniones regulares con los hermanos es una de las actividades fundamentales de la tariqa. La asistencia de personas interesadas en conocer sinceramente la tariqa se convierte en la posibilidad de enriquecerse mutuamente mediante la circulación entre los foqqaras del secreto, de ése tesoro que uno no lo puede guardar para sí. No se trata de convencer sino de mostrar aquello que uno ha encontrado; esa fuente de agua viva a disposición de los que necesitan beber. Igualmente, cuando se da la oportunidad, es muy recomendable viajar hasta Madagh para visitar a nuestro Sheykh. El hecho de llegar allí posibilita beber directamente de la fuente y encontrar el sentido y el sabor de lo esencial. Y cuando el Amor de Dios invade nuestro corazón nos ponemos en marcha en búsqueda de la ciencia divina aprendiendo los medios para servirLe mejor.

El trabajo espiritual es una obra a largo plazo que exige paciencia y perseverancia. No se debe esperar que las cosas vayan a cambiar en un abrir y cerrar de ojos por el simple hecho de entrar en contacto con un Guía vivo. Si el secreto divino está efectivamente contenido en el pacto iniciático nos pertoca a nosotros descubrirlo y hacerlo fructificar.

  " La sabiduría está en el corazón: el que quiere tener agua en su pozo debe cavar: cuanto más cava más agua encuentra; si deja de cavar, el agua no sobrepasa nunca el nivel inicial. El que cava este pozo no debe creer que el agua ha alcanzado el nivel máximo, debe continuar cavando pues el pozo no tiene límites. ".ExplicaSidi Hamza.Él nos hace purificar nuestro corazón y eso exige mucho trabajo. Lo que permite cumplir con éste trabajo es nuestra aspiración espiritual." Los hay que vienen a mí con una demanda comparable a la de llenar un vaso, y lo lleno. Otros vienen con una demanda comparable a un océano, y yo lleno ése océano: a cada uno según su petición. "nos dice Sidi Hamza. Así pues el Sheykh es el escanciador que derrama el vino espiritual en la copa de nuestro corazón según la capacidad de recibir y la intensidad de nuestra sed de Dios. Esta sed aumenta a medida que vamos probando el vino:"En un cierto grado la necesidad de Dios es comparable a la necesidad de asistencia de alguien que se está ahogando y clama socorro desesperadamente. Esta necesidad destruye todo deseo que no sea Dios".

Es pues esta necesidad y esta energía las que nos mueven a caminar. Porque Dios responde a la llamada de su servidor y el socorro divino deviene cada vez más y más tangible, más y más concreto para aquél que tiene los ojos bien abiertos. Ciertas cosas que parecerían imposibles de resolver, se solucionan por ellas mismas sin que uno tenga la sensación de haber hecho un esfuerzo, y cuando uno mira hacia atrás se sorprende de constatar el camino recorrido.

No se trata de imponerse metas muy difíciles sino dejarse guiar y vigilar muy de cerca las astucias de nuestro ego. Como se dice en la Vía se trata de"hacer lo que unopueda y un poco más". Para evitar la fijación sobre tal o cual punto es mejor dejar los sucesos en manos de Dios quedando, eso sí, firmemente anclados en las prácticas rituales. Para aquél que quiere domar su alma no se trata de forzarla bruscamente, con el evidente riesgo de romperla, sino solamente de velar por mantener la suficiente cierta tensión espiritual para empujarla a abandonar sus pasiones. El resultado de todas maneras, siempre está en manos de Dios. Y si es que uno puede hablar de combate cuando se habla del alma pasional, tan solo se puede hablar de amor cuando uno observa la relación con la gracia divina.

Decimos que "el amor es la corona de las obras", es decir, todas las prácticas nos evocan y concluyen en una sola cosa; alumbrar y reforzar en el corazón del discípulo la llama del amor divino. Una vez que esta llama se ha alumbrado se quema toda entera, y los conceptos mismos de esfuerzo o trabajo pierden su sentido. No significa que las prácticas sean abandonadas sino que ellas se convierten en lo que realmente son: puros actos de adoración. Citando de nuevo a nuestroSheykh,"El mar se forma y la lluvia que cae sobre él crea tal oleaje que éste desborda la costa, la arena y se lleva con él todo lo que encuentra a su paso. Al final sólo queda el mar. Sucede lo mismo el día en que Dios quiere beneficiar a Su servidor con Su Gracia; insufla en su corazón un soplo de amor "." Es el amor el que pone los corazones en movimiento, el que los hace actuar. El amor es la montura del espíritu y es a través de él que lo conocemos todo". " Cuando el amor habita en el corazón uno prueba el sabor de todo lo que realiza. Nada parece difícil y se saca provecho de lo que nos llega. Por la gracia del amor el velo que nos separa de la realidad cada vez es más tenue. Uno experimenta el gozo profundo de esta proximidad, y es entonces cuando es invadido por la percepción de la Belleza. Porque, verdaderamente, no hay nada más que la unidad divina. Los velos enturbian la percepción y el mundo es como una sombra efímera; la sombra no dura nada. Cuando el sol se eleva sobre un objeto crea, durante un momento, una sombra que luego desaparece. Lo mismo sucede con el mundo con relación a la Realidad".

" Quiero al amor mas que a cualquier otra cosa. Recemos para que Dios no nos lo retire "

Para terminar este pequeño libro de presentación de la Vía Qadiriya Botchichiyya hace falta insistir en que ésta es una Vía del justo medio. Si las actuaciones de ciertos discípulos pueden parecer a veces extrañas, o incluso incongruentes, para aquellos que no comparten su experiencia interior, debemos esforzarnos en respetar lo que no conocemos. Si alguien realiza un trayecto de catorce horas de viaje para pasar solamente una hora con su amado/a se le puede tratar de loco, pero también se puede pensar que lo hace porque ahí encuentra algo que no lo ha podido encontrar en ningún otro lado.

No es una cuestión de querer cambiar a los demás sino de trabajar sobre uno mismo. No se trata de imponer algo a alguien sino de darse a uno mismo una regla de vida que nos ayude a liberarnos de nuestro ego. " Amad a todas las criaturas cualquiera que sea su religión, raza u opinión. Cada uno está en el lugar donde Dios lo ha puesto y a nosotros no nos toca juzgarlo. Evitad todo odio y toda forma de disensión: Dios no visita un corazón que odia" nos aconseja Sidi Hamza. La progresión espiritual del discípulo se traduce por un embellecimiento de su comportamiento sobre el conjunto de las cosas y los seres creados mediante la práctica del amor, el respeto, la tolerancia, el altruismo y la humildad. Jesús decía " juzgaremos al árbol por sus frutos ". Si éste embellecimiento no se produce es que el discípulo tiene un problema de orientación y que su intención no es justa. No se trata de adoptar una máscara suplementaria, otra etiqueta más a las ya adquiridas o de adherirse a un comportamiento o a unas técnicas: se trata de transformar. Es el camino de toda una vida y este camino es ilimitado. Pero sólo una Vía viva puede ofrecernos los medios para esta transformación aunque éstos parezcan, a primera vista, irracionales; aquí no estamos hablando de la razón.

En este sentidoSidi Hamzadice:"No nos podemos fiar de la sola comprensión mental. Existe un mental sensible y un mental luminoso. El mental sensible tiene un límite y para traspasarlo hay que trabajar sobre uno y frecuentar a los hombres de Dios. Sólo Dios puede transformar el mental sensible en el mental luminoso, un mental iluminado por la luz del corazón. La comprensión no se adquiere con los libros, sería muy fácil de reunir todos los tratados de sufismo para adquirirla. La verdadera ciencia os vendrá del interior, de vuestro corazón. Sólo el corazón comprende que nada esta fuera de Dios. La Vía entera es pura experiencia espiritual y ella se inscribe en lo más íntimo y profundo de todo el que la sigue. La Vía no es conjetura y menos aún erudición. Ella es aprehensión directa de la luz divina por el corazón; es posible ver a Dios en todas partes, no os penséis que es imposible para vosotros ".